Vivimos en un mundo en el que las crisis humanitarias arrebatan una cantidad cada vez mayor de recursos a las economías, las comunidades y los individuos. Las guerras y los desastres naturales ocupan las portadas, al menos en un primer momento. Menos visibles, pero también costosas, son las crisis de fragilidad, vulnerabilidad y desigualdad creciente que debilitan en grado sumo las esperanzas de paz y desarrollo de millones de personas.