¿Qué se siente cuando una es ciudadana de segunda categoría en su propia familia?
En un mundo caracterizado por la desigualdad de género, nacer niña puede implicar crecer sabiendo que una no es exactamente lo que querían sus padres.
Puede implicar que una siempre reciba menos en comparación con los niños de su familia: menos cariño y atención, menos apoyo para alcanzar sus metas, menos recursos destinados a su cuidado y educación, y menos probabilidades de crecer sin abusos ni violencia.
Estos actos de discriminación, de mayor o menor importancia, se van acumulando y tienen graves efectos para las niñas y mujeres a lo largo de su ciclo vital.
En todo el mundo, hay 142 millones de mujeres desaparecidas debido a la preferencia por los hijos varones, la aversión a las hijas y la selección del sexo con sesgo de género. Se trata de hijas no deseadas que sufrieron desatención, abusos o malnutrición; en definitiva, a las que se privó de los cuidados necesarios para sobrevivir.
A las que sí logran sobrevivir en familias que prefieren hijos varones se les priva de derechos humanos básicos que les permitan prosperar. Puede que deban lidiar con problemas de salud, carencias educativas, falta de oportunidades y el dolor de no sentirse importantes en su propia familia. Paralelamente, la presión por tener hijos varones puede minar la salud de las mujeres y provocar que se vulnere su autonomía física.