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Una sequía histórica azota el Cuerno de África: las mujeres y las niñas cambian una crisis por otra

Rukia Yaroow Ali, de 38 años, y sus nueve hijos se suman al resto de desplazados por la peor sequía que ha azotado Somalia y todo el Cuerno de África en 40 años. En la imagen, sostiene en brazos a su hijo menor en el campamento de refugiados de Hagadera, en Daadab, en el condado de Garissa (Kenya). © UNFPA/Luis Tato
  • 24 de marzo de 2023

DAADAB, Kenya – El hambre constante y la inseguridad crónica obligaron a Rukia Yaroow Ali y sus nueve hijos a abandonar su hogar en Jilib (Somalia) para guarecerse en el campamento de refugiados de Hagadera, en el norte de Kenya. 

“Mi marido era un agricultor de éxito, pero desde la llegada de la sequía no ha conseguido cultivar nada”, explica la señora Ali, de 38 años. “Cada vez nos resultaba más difícil alimentar a nuestros hijos, y la tensión en el matrimonio se convirtió en algo constante. Un día me dijo que iba a salir a buscar trabajo, y nunca volvió”. 

Al igual que la señora Ali y su familia, más de 1,7 millones de personas en el Cuerno de África han tenido que abandonar sus hogares y dejar atrás su vida a causa de la sequía implacable que parece augurar una sexta temporada sin lluvias, lo que supondría una catástrofe sin precedentes. Esta sequía, que afecta ya a más de 36 millones de personas, es una de las más largas y brutales de la historia reciente. 

A woman holds supplies from a UNFPA dignity kit.
Jane Ambale trabaja con el Comité Internacional de Rescate, organización asociada del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), en un espacio seguro para mujeres y niñas desplazadas en el campamento de Hagadera. © UNFPA/Luis Tato

La mayoría de las personas desplazadas en Etiopía, Kenya y Somalia son mujeres y niños. Un número incalculable de personas viven hacinadas en campamentos insalubres y peligrosos, exhaustas y desamparadas tras haber sobrevivido a viajes peligrosos en busca de alimentos y agua, o simplemente para salvar sus vidas. 

“Llegué aquí sin nada. No podía alimentar a mis hijos ni buscar un lugar seguro para ellos”, se lamenta la señora Ali. “Todavía debo dinero al hombre que nos trajo hasta aquí, y no sé cómo voy a conseguirlo”. En la actualidad, tanto ella como sus hijos viven en un refugio construido con tablas y telas en los aledaños del campamento de Hagadera, con el resto de recién llegados.

Múltiples riesgos para la salud que se superponen

Millones de familias sufren dificultades y estrés extremos, y las mujeres y las niñas soportan una parte desmedida de esta carga. Los servicios de salud y protección básicos, de una importancia crucial, han sido interrumpidos en varias regiones. Las familias se han visto obligadas a renunciar a productos esenciales como anticonceptivos, productos de higiene menstrual e incluso jabón —cuando se dispone de ellos— para destinar el poco dinero de que disponen a comprar alimentos. 

La planificación familiar y la salud materna se han visto gravemente perjudicadas, lo que podría tener consecuencias catastróficas para las más de 890.000 mujeres embarazadas que darán a luz en la región en los próximos tres meses. Solo en Somalia, cerca de la mitad de las mujeres embarazadas desplazadas afirmaron carecer de servicios de atención prenatal, lo que pone en peligro su vida y la de sus hijos. 

La malnutrición entre las mujeres embarazadas y lactantes también ha alcanzado niveles preocupantes. Este hecho aumenta su riesgo de contraer enfermedades y sufrir complicaciones graves —o incluso mortales— durante el embarazo. Se calcula que 140.000 mujeres embarazadas y lactantes de zonas áridas y semiáridas en Kenya, 400.000 en Somalia y una escalofriante cifra de 1,8 millones en Etiopía sufren malnutrición aguda y necesitan ayuda urgente.

La violencia aumenta y los recursos menguan 

Durante sus desplazamientos en los propios campamentos, las mujeres y las niñas deben caminar grandes distancias, a menudo solas, para buscar agua o simplemente encontrar un retrete. Estos trayectos están plagados de peligros y suponen un mayor riesgo de sufrir violaciones, abusos y explotación. 

Sin medios para ir a la escuela o pagar la matrícula, las niñas no tienen más remedio que abandonarla, lo que se traduce en un aumento de los embarazos en la adolescencia, y muchas de ellas se ven obligadas a mantener relaciones sexuales a cambio de dinero para comprar alimentos.  Los casos de mutilación genital femenina y matrimonio infantil también se han generalizado, ya que casar a una hija suele significar una boca menos que alimentar.

Two community health volunteers walk in a drought-affected area.
Dos voluntarias de salud comunitarias, de camino a reunirse con un grupo de familias desplazadas de las zonas afectadas por la sequía en Somalia y que residen actualmente en el campamento de refugiados de Hagadera. © UNFPA/Luis Tato

En el campamento de Hagadera, el UNFPA apoya la detección de casos de violencia de género entre las mujeres y niñas recién llegadas, muchas de las cuales no están registradas y, por lo tanto, no pueden conseguir alojamiento ni raciones alimentarias. Esta circunstancia hace que sean mucho más vulnerables a la coacción y los abusos, ya que a menudo tienen que depender de terceras personas para satisfacer sus necesidades básicas. 

“En agosto, una mujer acudió a un centro de salud en busca de ayuda tras haber sido violada por alguien que se había ofrecido a alojarla a ella y a sus hijos cuando llegaron al campo”, explica Jane Ambale, del Comité Internacional de Rescate (IRC, por sus siglas en inglés), uno de los asociados del UNFPA. 

El UNFPA respalda un centro del IRC dedicado a la recuperación y protección frente la violencia de género para mujeres y niñas en Hagadera. Este centro, que ofrece asistencia psicosocial y remite a las sobrevivientes a servicios de atención médica, atendió a casi 4.400 mujeres en 2022. 

También se celebran actividades periódicas de divulgación comunitaria, en las que las mujeres exponen sus preocupaciones en materia de protección y seguridad. “A menudo, las personas sobrevivientes no saben dónde buscar ayuda o temen denunciar lo ocurrido por miedo a perder el apoyo de la comunidad. Nuestras actividades de divulgación les permiten saber que disponen de ayuda siempre que la necesiten”, afirma Ambale. 

Las necesidades vitales se disparan en toda la región 

Mientras las comunidades luchan contra la peor sequía en cuatro decenios, las desigualdades de género existentes y la escasez de servicios de salud sexual y reproductiva agravan una situación ya funesta, lo que pone en peligro la vida de miles de mujeres y niñas. 

La persistencia de esta sequía histórica sume al Cuerno de África en una incertidumbre sin precedentes, y amenaza la vida de millones de personas que ya se enfrentan a conflictos prolongados, plagas de langosta y el aumento de los precios de los alimentos y el combustible. Para hacer frente a este incremento de las necesidades, el UNFPA ampliará la provisión de servicios y suministros vitales de protección y salud reproductiva, y ha hecho un llamamiento para recaudar 113,7 millones de dólares para responder a la crisis en Etiopía, Kenya y Somalia.

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