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Rompiendo cinco mitos sobre la violencia sexual en situaciones de emergencia
- 18 Agosto 2017
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NACIONES UNIDAS, Nueva York – La violencia sexual está muy extendida en todo el mundo. Esto es cierto incluso en tiempos de paz y estabilidad, pero se intensifica durante las crisis humanitarias
En los conflictos, los cuerpos de las mujeres pueden convertirse en campos de batalla, y la violación es utilizada para humillar y dominar.
Los sistemas de protección también quedan destruidos con los desastres naturales, dejando a las mujeres y las niñas en estado de mayor vulnerabilidad. El matrimonio infantil, una forma de violencia por razón de género, es visto a menudo como un mecanismo de supervivencia entre las familias afectadas por la crisis.
Sin embargo, los conceptos erróneos comunes sobre la violencia de género terminan estigmatizando a los supervivientes y socavando los esfuerzos para mantener a las personas seguras.
Las personas que sufren violencia de género son a menudo representadas en los medios de comunicación como frágiles, débiles y angustiados. De hecho, esta expectativa de impotencia es perjudicial para los supervivientes.
Las personas que soportan la violencia reaccionan de una infinita variedad de maneras. Algunas están enfadadas, otras tristes. Algunas no expresan una reacción externa evidente. Suposiciones erróneas sobre cómo se supone que las supervivientes actúan conducen a la gente a dudar de los relatos verídicos de la violencia que han sufrido.
UNFPA considera que los que soportan la violencia de género son supervivientes y no víctimas, capaces no sólo de recuperación, sino también de acción y de liderazgo.
Los supervivientes de la violencia de género pueden y deben estar facultados para actuar. Los supervivientes están mejor posicionados para articular sus necesidades y explicar los retos a los que se enfrentan, que pueden incluir el estigma, la falta de servicios judiciales, el acceso deficiente a la atención médica o la falta de ingresos para acceder a los servicios que necesitan.
Si se hacen bien, los programas pueden ayudar a las mujeres a encontrar protección contra la violencia, exigir la aplicación de la ley y adquirir las habilidades necesarias para mantenerse a sí mismas y a sus familias.
Algunas de las supervivientes se animan a convertirse en abogadas par mujeres y niñas.
La violencia de género es a menudo marginada como un "problema de la mujer" y considerada como un asunto secundario en el marco de la acción humanitaria.
Sin embargo, abordar la violencia de género salva vidas y es una prioridad en cada respuesta a una emergencia.
La violencia sexual en sí misma puede ser, y a menudo lo es, fatal. Después de la violencia, las supervivientes pueden soportar consecuencias -como la discapacidad o el estigma- que les impiden llegar a servicios que salvan vidas. E incluso el miedo a la violencia puede ser mortal, impidiendo que las mujeres y las niñas recojan leña o hagan cola para comer.
Pero los programas para abordar la violencia ofrecen protección en todas las etapas.
El tratamiento de la violación impide la transmisión del VIH y otras infecciones de transmisión sexual. La anticoncepción de emergencia evita los embarazos no deseados, que son especialmente peligrosos en un entorno humanitario.
Y la prevención de la violencia también puede salvar vidas. Por ejemplo, UNFPA distribuye kits de dignidad a mujeres y niñas vulnerables, que incluyen no sólo jabón y servilletas sanitarias, sino también linternas y radios para moverse con seguridad en entornos de crisis.
A menudo se cree que se requieren pruebas antes de que los proveedores de ayuda humanitaria puedan tomar medidas o comprometer fondos para abordar la violencia de género. De hecho, la explotación sexual, la violencia de pareja y otras formas de abuso son una amenaza conocida en todas las situaciones de emergencia.
Incluso en tiempos de paz, la recolección de pruebas es un reto porque la vergüenza, la intimidación y el miedo mantienen a los supervivientes en silencio, y porque los informes de abuso son rutinariamente cuestionados o eliminados.
En un contexto de crisis, estas condiciones son aún más pronunciadas.
Pero sabemos que el desplazamiento y la ruptura de los sistemas de protección agravan el riesgo de violencia. La violación y otras formas de violencia sexual se han documentado como tácticas de guerra en todos los conflictos recientes.
Nadie duda cuando los cooperantes preparan comida, tiendas de campaña o suministros médicos antes de un tifón, esperando que estos suministros salven vidas. La misma lógica debería aplicarse a los programas que previenen y abordan la violencia de género. No es ético esperar la prueba del abuso a gran escala; la acción debe tener lugar en los momentos más tempranos de una respuesta de crisis
La violencia de género existe en todos los países, culturas y comunidades. Es el abuso de derechos humanos más extendido, pero menos divulgado en el mundo, que afecta a un 35 por ciento estimado de mujeres. Los hombres y los niños también experimentan violencia de género. Esto es cierto en todas partes.
Esta violencia es casi universalmente reconocida como inaceptable e incorrecta. La mayoría de los actos de violencia de género -aunque no todos- están prohibidos por los gobiernos de todo el mundo. Una amplia gama de instrumentos y convenciones internacionales también reconocen la violencia basada en el género como una violación de los derechos humanos.
Los gobiernos nacionales son responsables de proteger a sus ciudadanos de la violencia de género relacionada con el conflicto. UNFPA colabora con gobiernos y funcionarios locales para apoyar la respuesta y la prevención. Por ejemplo, UNFPA capacita a oficiales de policía, abogados y jueces para que apliquen las leyes nacionales.
Los supervivientes de la violencia de género requieren una asistencia especializada e individualizada. UNFPA, que lidera la coordinación de la prevención de la violencia y la respuesta en situaciones de emergencia, apoya muchos de estos servicios, incluidos el tratamiento médico confidencial, el asesoramiento culturalmente sensible y los espacios seguros.
Pero esto no significa que sólo los expertos pueden o deben responder a la violencia sexual. Todos los agentes de respuesta humanitaria tienen la responsabilidad de tomar medidas que minimicen los riesgos para las mujeres y las niñas.
Por ejemplo, los grupos de ayuda que proporcionan agua limpia pueden asegurar que haya suficientes puntos de distribución para evitar que las mujeres y las niñas tengan que recorrer largas y peligrosas distancias para llegar a las bombas. Los grupos de ayuda que instalan letrinas en los campamentos pueden asegurarse de que los caminos que les rodean estén bien iluminados para minimizar los ataques.
Para cumplir con su deber más básico: servir a los más vulnerables, todo humanitario debe comprometerse a poner fin a la violencia de género.
Traducido del ingles por Arancha Cavanillas