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Ex niña casada, vendida para pagar deudas, encuentra un nuevo comienzo

Una mujer en Iraq. © UNFPA Iraq/Seivan Salim
  • 26 de marzo de 2020

KURDISTÁN, Iraq Intisar* tenía apenas 15 años cuando sus padres la obligaron a casarse. Ella lo describió como una transacción puramente comercial: la vendieron a otra familia para pagar una deuda. "La peor sensación en el mundo es que te vendan de ese modo las personas que se supone deben protegerte", admitió Intisar, que ahora tiene 37 años, durante una entrevista reciente.

Su marido le llevaba 25 años, e inmediatamente empezó a abusar de ella. Recuerda que su marido nunca perdió una oportunidad para recordarle que ella no era más que una "pieza de negociación". 

"Me maltrató durante 22 años, y nunca me atreví a decir una palabra. Me lastimaba físicamente, me pegaba por cualquier motivo, me insultaba usando las palabras más irrespetuosas. Recuerdo una noche en que me pegaba con un bastón, mientras me gritaba 'no eres nadie; eres propiedad mía; no vales dada'. Lloré todas las noches durante 16 años".

Castigada por tener niñas

Para empeorar las cosas, Intisar quedó embarazada en tres ocasiones, y en cada una dio a luz a una niña.

En su comunidad suelen preferirse los varones, y las hijas a menudo se consideran una carga, mientras que los hijos se perciben como signo de virilidad del padre y como asalariados potenciales que contribuirán con los gastos del hogar. 

"Dar a luz a niñas parece haber sido fue mi pecado definitivo. Me acusaba de ser un fracaso como mujer, e incluso me privó de alimentos durante una semana después de dar a luz", narró. 

Al final fueron sus hijas quienes le dieron la fuerza para escapar: intervinieron después de años de ver a su madre sufrir.

"Un día se me acercaron y me suplicaron que dejara a su padre. Afirmaron que apreciaban el sacrificio que había hecho por ellas, pero que no soportaban verme en esas condiciones". 

Pensó mucho sobre las consecuencias de convertirse en divorciada, desde el escabroso proceso legal de lograr su independencia hasta enfrentar el estigma y el posible acoso que acompaña el divorcio para las mujeres. La asustaba el tener que empezar desde cero nuevamente, pero sabía ya que quedarse con su marido no era una opción viable.

Sus hijas también le mostraron el camino que debía recorrer.

“Fueron mis hijas las que me hablaron del centro de mujeres”, explicó, refiriéndose a un centro de apoyo a mujeres y niñas que cuenta con el respaldo del UNFPA y con financiamiento de Noruega. "Me indicaron que no debía iniciar esta etapa sin el apoyo adecuado, y que el único modo de seguir adelante en mi vida sería buscar asesoramiento profesional y rodearme de mujeres con antecedentes similares", explicó Intisar. 

El centro ofrece un espacio seguro para que mujeres y niñas compartan sus temores, sus esperanzas y sus experiencias. También ofrece asesoramiento, remisiones a servicios sociales y sanitarios, y administración de casos para sobrevivientes de la violencia, así como remisiones a servicios de asistencia jurídica ofrecidos por organizaciones no gubernamentales en la zona.

El centro ayuda a unas 20 a 25 sobrevivientes de violencia de género cada mes.  

Un nuevo comienzo

Hoy en día, Intisar vive con sus hijas y se encuentra en medio del proceso de obtención del divorcio. 

Ha asistido a actividades en el centro de mujeres durante tres meses, y recibe apoyo sicológico allí. "Me he reunido ocho veces con la trabajadora social, y ella me ha brindado asesoramiento. Me hizo sentir merecedora de una segunda oportunidad en la vida", aseguró Intisar. 

También tiene una nueva red de apoyo.

“En el centro he hecho distintas amistades: mujeres que, como yo, libran diariamente sus batallas. Se trata de sobrevivientes de la violencia, como yo, y siento que comprenden mi dolor. El centro se ha convertido en mi hogar y estas mujeres son hoy mi familia".

En sentido general, Intisar se haya en vías de recuperación.

"Me enorgullezco de las cicatrices en mi cuerpo. Siento orgullo de haber tomado la decisión de volver a empezar, de olvidar el doloroso pasado y el dolor que sufrí por años", afirmó. "Hoy sé que merezco una vida decente y feliz".

*Se ha cambiado el nombre por privacidad y protección

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