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Tres niñas, tres historias: Los peligros del matrimonio infantil y la promesa de libertad
- 11 Febrero 2021
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BELGRADO, Serbia/PROVINCIA DE LAGHMAN, Afganistán/ESKİŞEHİR, Türkiye – ¿Cuánto vale una niña? Si eres Maja, la respuesta es que vales un pollo, un paquete de cervezas y EUR 100. Esa es la cantidad que su familia, que vive en un asentamiento romaní en Serbia, recibió a cambio de su mano "en matrimonio". En ese momento tenía 11 años. “Los beneficios económicos les duraron tal vez un mes, pero me crearon un problema para toda la vida”, se lamentó Maja, que ahora tiene 18 años. "A ninguna de mis tres hermanas le fue mucho mejor. Una dio a luz a los 13 años. No las vendieron, pero escaparon de nuestra madre a edad temprana. Solo me vendieron a mí".
Según una encuesta de indicadores múltiples por conglomerados de 2019, casi el 56 % de las mujeres de 20 a 24 años que viven en asentamientos romaníes en Serbia fueron casadas antes de cumplir 18 años, en tanto que casi el 16 % lo fueron antes de los 15. En un estudio realizado en 2017 por el UNFPA y la ONG asociada Atina, dirigido a mujeres migrantes en Serbia, el 52 % de las participantes no podían elegir cuándo y con quién se casarían. La edad promedio de las niñas que contrajeron matrimonio fue de 17,5 años; la más joven tenía siete años. Una participante explicó cómo se eligen las parejas: “Como niña, ¿cómo puede una saber quién será una buena pareja? Eso le toca decidirlo a la familia".
Para las niñas obligadas a casarse jóvenes en todas partes, las consecuencias potenciales son terriblemente predecibles: sus educaciones se troncharán, y eso afectará su capacidad para obtener ingresos y continuará el ciclo de pobreza. Pueden sufrir complicaciones (incluso la muerte) debido a embarazos y nacimientos que sus jóvenes cuerpos no están listos para manejar; son más vulnerables a la violencia de género; y podrían desarrollar trastornos de salud mental que pueden dar lugar a tendencias suicidas. Que quede claro: nada de esto es resultado de una decisión que hayan tomado sobre sus cuerpos, su presente o su futuro.
Horror, y entonces esperanza
A los 15 años, Zulaikha* estaba disfrutando la escuela en Afganistán, y quería ser médica, pero su familia, sumida en la pobreza, arregló su matrimonio con un hombre que casi le doblaba la edad. A pesar de sus protestas y del hecho de que el novio estaba desempleado, se vio obligada a casarse contra su voluntad.
Casi inmediatamente a Zulaikha le quedó prohibido asistir a clases. El marido de Zulaikha comenzó a descargar sobre ella su ira y frustración. La golpeaba casi a diario, y en el otoño de 2019, debió ir al hospital provincial en la provincia de Laghman por una fractura de la cavidad ocular y problemas de espalda. En la sala de emergencias, la identificaron como víctima de violencia de género. En el Centro de Protección de la Familia del hospital, y con el apoyo de la Unidad de Respuesta Familiar, ambas establecidas por el UNFPA, Zulaikha recibió apoyo psicosocial y jurídico, además de habilidades útiles para el empleo. Su marido fue posteriormente condenado por abuso y sentenciado a seis meses de prisión.
"A ninguna niña debe impedírsele alcanzar su sueño", declaró. "Ese el derecho de cada niña: decidir su futuro”.
Recuperar la confianza en sí mismas
Si Fethiye, de 16 años, y su familia no hubieran huido a Türkiye desde Irak en 2017, hoy sería esposa y desertora escolar. "En nuestra cultura, las niñas se casan temprano", explicó. "Es muy común, especialmente si la niña no asiste a la escuela". Fethiye creció en un mundo en el que a las niñas se les negaba la igualdad de acceso a la educación, y a menudo las familias y las comunidades las obligaban a permanecer en casa.
Cuando la familia llegó a Türkiye, "los primeros meses fueron tan difíciles. No hablaba ni escribía el idioma", recordó. "Mi familia se sentía insegura y ni siquiera nos dejaba salir. Ni siquiera pensaron en enviarnos de vuelta a la escuela". Luego se conectaron con espacio seguro para mujeres y niñas dirigido por el UNFPA, que organizó una sesión de orientación para las y los refugiados y migrantes. "Surgió un rayo de esperanza, pero después alcanzó más allá de lo que había imaginado", admitió. El centro convenció a sus padres de que Fethiye debía continuar sus estudios sin casarse. "Mis padres confiaron en el centro y reconocieron que sus servicios eran beneficiosos, e incluso podían cambiar vidas. No solo aprendí a hablar turco, sino que empecé cursos para terminar la escuela secundaria a distancia. He asistido a cursos de teatro y tiro con arco e hice muchas amistades. He recuperado la confianza en mí misma”.
Hoy en día, Zulaikha tiene 17 años y dirige un negocio de costura donde entrena a otras mujeres para que también puedan lograr la independencia económica. Fethiye sueña con ir a la universidad y trabajar en un campo que le permita ayudar a otras personas. Entretanto, para Maja, que escapó de su pasado traumático a los 14 años con la ayuda de Atina, el futuro parece más prometedor que nunca. "Lo más importante en la vida es tener paz y libertad, todo lo demás llegará", sentenció. "Después de todo lo que me pasó, sé que solo puedo manejarme en libertad".
* Se han cambiado los nombres para proteger las identidades