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Reportaje fotográfico
Suele suceder con demasiada frecuencia que el cambio climático tiene más consecuencias en aquellas personas que menos contribuyen a él.
Este es el caso en Bangladesh, uno de los países del mundo más propensos a los desastres climáticos. Inundaciones, ciclones y tormentas extremas suelen provocar desplazamientos entre las personas y, como consecuencia, las familias se separan y los servicios se ven interrumpidos.
Las mujeres y las niñas son las que pagan un precio más alto.
«Cuando tiene lugar un desastre climático, es un desastre para las mujeres y las niñas».
- Dra. Natalia Kanem, Directora Ejecutiva del UNFPA
Las necesidades humanitarias que afectan directamente a las mujeres y las niñas — como el acceso a métodos anticonceptivos y partos seguros, así como la protección frente a la violencia— no suelen tenerse en cuenta en tiempos de crisis, justo cuando los servicios son más necesarios que nunca.
«Cuando se produce un desastre climático, es un desastre para las mujeres y las niñas», afirma la Dra. Natalia Kanem, Directora Ejecutiva del UNFPA. «Tenemos que planificar de antemano. Tenemos que estar preparados, no solo en cuanto a almacenamiento de suministros, sino a un cambio de mentalidad para dar prioridad a lo que las mujeres y las niñas van a necesitar».
En respuesta a este ciclo de desastres y desplazamientos, el UNFPA trabaja para reforzar los sistemas de salud —brindando su apoyo a clínicas móviles para garantizar la salud sexual y reproductiva, formando a parteras para que los partos sean seguros, proporcionando kits de dignidad con artículos esenciales—, así como para prevenir y responder a la violencia de género.
Pero aún queda mucho por hacer para proteger eficazmente a las personas. Las emergencias climáticas están causando estragos a un ritmo que los trabajadores en primera línea y la comunidad humanitaria no pueden gestionar sin una mayor inversión y voluntad política.
En la aldea de Betirgheri, en el Distrito de Gaibandha, los habitantes tienen que prepararse periódicamente para reubicarse antes de que la pleamar azote sus hogares. Al menos una vez al año, las mareas inundan el pueblo.
Esto es algo habitual en las zonas rurales de todo el país, donde las familias hacen las maletas para trasladarse a terrenos más elevados. La reubicación supone una interrupción de los servicios y un aumento de los riesgos para las mujeres y las niñas.
Cuando las tormentas y las inundaciones amainan, llega el momento de ocuparse de las secuelas, al tiempo que se preparan para el próximo desastre.
Las reiteradas crisis climáticas aumentan la pobreza, y cada una de ellas se cobra su peaje. Cuantas más dificultades tienen las familias para encontrar trabajo, proporcionar vivienda y poner comida y agua en la mesa, más aumenta el matrimonio infantil y otras formas de violencia de género.
Rumana Khan, coordinadora de violencia de género del UNFPA Bangladesh, afirma que los desastres consecutivos dificultan mucho la recuperación y protección de las comunidades, especialmente para las mujeres y niñas y los grupos marginados. «Una gran proporción de la población sigue por debajo del umbral de pobreza, y los desastres recurrentes reducen su capacidad para protegerse».
El UNFPA trabaja con organizaciones locales para prestar servicios que reduzcan y respondan a la violencia de género, un problema que no se aborda adecuadamente en las respuestas a las catástrofes. Aunque se ha avanzado, las inversiones siguen siendo extremadamente necesarias
Dar a luz en medio de una intensa tormenta o inundación o de sus secuelas es intimidante y peligroso.
En todo el mundo, cada dos minutos muere una mujer durante el parto. En una crisis, cuando resulta más difícil tener acceso a parteras cualificadas, aumentan los riesgos para el bienestar de las embarazadas y de los recién nacidos.
«Si hubiera llegado al hospital más tarde, habríamos corrido un grave riesgo de morir el bebé o yo», dice Sujiya, de 18 años y natural de la aldea de Majiya, una zona de riesgo de inundaciones en el noreste de Bangladesh.
Sujiya se puso de parto rodeada de la crecida de las aguas. Embarazada de su primer hijo, comenzó a tener contracciones por la noche. El pueblo se había inundado un mes antes, y el agua de su casa aún le llegaba a las rodillas. Debido a la crecida de las aguas, la partera tradicional —la dai— no podía llegar hasta la mañana siguiente, y cuando la dai llegó, hubo complicaciones médicas.
Sujiya necesitaba urgentemente llegar a una clínica, pero no era fácil conseguir un bote. «Mi padre y mi marido tuvieron que buscar un bote durante una hora y media», cuenta. «Luego tardaron otra hora y media en llegar aquí y durante ese tiempo mi estado empeoró».
Atribuye el mérito de haber salvado la vida a las parteras que atendieron el parto en el Complejo Sanitario Sardar Upazila, en el Distrito de Sunamganj.
Para reducir los riesgos de mujeres como Sujiya, el UNFPA y sus asociados están formando a parteras y reforzando los servicios de salud sexual y reproductiva en las zonas de difícil acceso de Bangladesh más afectadas por el cambio climático.
Hazera, una partera respaldada por el UNFPA que ayudó a Sujiya a dar a luz a su bebé sano y salvo, recuerda: «Las inundaciones se produjeron muy rápido. Por la mañana, llegué al hospital para una jornada de trabajo normal. Cuando salí de casa, el caos lo inundaba todo».
En aquel momento, Hazera estaba también embarazada, de cinco meses, pero atravesó las aguas para llegar al trabajo, tomando un bote en vez de caminar como de costumbre. «Si no encontrábamos un bote, teníamos que caminar por el agua hasta el hospital; el nivel del agua me llegaba al pecho y tendría que realizar mis tareas durante el resto del día con la ropa mojada», relata.
«Ninguna de nosotras se quedó en casa, porque sabíamos que si no había parteras ni enfermeras en el hospital, la vida de las madres embarazadas correría peligro», recuerda Hazera. «Durante los tres primeros días no hubo electricidad, así que por la noche atendimos todos los partos, cirugías y otros procedimientos necesarios a la luz de las velas».
Con un mayor apoyo de los donantes, el UNFPA puede seguir formando parteras y reducir la mortalidad materna y neonatal, los embarazos no intencionales y la violencia de género en todo el mundo.
Mediante la distribución de kits de dignidad ―que incluyen ropa, productos de higiene menstrual, artículos de aseo y linternas―, el UNFPA satisface las necesidades urgentes de mujeres y niñas. La distribución de kits es también una forma clave de congregar a las mujeres durante una crisis, lo que permite acercarlas después a los servicios.
El UNFPA apoya al gobierno de Bangladesh para garantizar la ayuda sobre el terreno antes, durante y después de una crisis. El UNFPA de Asia y el Pacífico está solicitando a los responsables políticos de los países de la región que aumenten las inversiones, a través de la campaña de sensibilización Dignity and Disasters (Dignidad y Desastres).
Los derechos de las mujeres y las niñas deben ocupar un lugar central en los planes de preparación y respuesta ante los desastres. Ya no podemos permitirnos pensar en las necesidades esenciales cuando es tarde. El coste de la inacción será que las mujeres y las niñas quedarán aún más rezagadas, enfrentando una violencia que pone en peligro sus vidas y un mayor riesgo de muerte durante el embarazo y el parto, con efectos dominó que se extienden mucho más allá de las inundaciones
Las imágenes de este reportaje fotográfico se expusieron en Bangladesh, en colaboración con el Ministerio de Asuntos Exteriores y Comercio de Australia. Puede visitar la exposición virtual aquí.
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