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Restaurar la esperanza, reconstruir vidas: un día en la vida de un cirujano especializado en fístulas en Zambia

El cirujano especializado en fístulas Paul Musoba lleva a cabo una operación en el hospital general de Solwezi, en la Provincia del Noroeste, en Zambia. © UNFPA Zambia
  • 26 de mayo de 2023

PROVINCIA DEL NOROESTE (Zambia) – Se calcula que medio millón de mujeres y niñas en todo el mundo viven con una fístula obstétrica, una grave lesión causada durante el parto que puede causar incontinencia e importantes problemas médicos y de salud mental. Desde 2018, más de 33.000 mujeres y niñas se han visto afectadas en Zambia.

Durante más de un decenio, el Gobierno de Zambia y el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) se han asociado para proporcionar cirugías que cambien las vidas de las supervivientes de fístula, para curar de este modo sus heridas físicas y psicológicas. Muchas de estas operaciones se llevan a cabo en campamentos específicos en los principales hospitales provinciales de Zambia, donde un mínimo de tres médicos se reúnen para operar durante varios días.

El doctor Paul Musoba es uno de los apenas ocho cirujanos de fístulas del país. Con motivo del Día Internacional para la Erradicación de la Fístula Obstétrica, el UNFPA conversó con el doctor Musoba, que trabaja en el hospital general de Solwezi en la Provincia del Noroeste de Zambia, para conocer los motivos que lo llevaron a este campo de la cirugía, los desafíos a los que se enfrenta en su trabajo y los éxitos que le enorgullecen como cirujano de fístulas. La entrevista ha sido editada y abreviada.

¿Qué le inspiró para convertirse en cirujano de fístulas?

A comienzos de mi carrera como obstetra y ginecólogo, me encontré a muchas mujeres y niñas que habían sufrido enormemente debido a la fístula obstétrica. Verlas abandonadas y excluidas debido a pérdidas constantes de orina, heces o ambas fue el motor inicial de mi deseo de cambiar la historia.

Guiado por la inspiración y la orientación de algunos de los cirujanos de fistulas más experimentados de Zambia, participé por primera vez en una operación en un campamento en 2019. Pude observar, prestar asistencia y, finalmente, operar fístulas. Sin duda es una destreza especializada que requiere una práctica y exposición constantes.

Es muy gratificante, pero muy desafiante a la vez.

¿Podría hablar del alcance del problema que supone la fístula en Zambia?

El embarazo y el parto deberían estar entre los momentos más felices de la vida de una mujer. Es muy triste que ese no sea el caso para miles de mujeres y niñas, no solo de la Provincia del Noroeste, donde yo trabajo, sino en todo el país.

En el hospital general de Solwezi suelo tratar a mujeres y niñas que han desarrollado una fístula obstétrica, y algunas de ellas llevan años viviendo con la enfermedad.

¿Cómo da respuesta a las necesidades específicas de las pacientes de fístula?

Comienzo el proceso familiarizándome con la situación. El trauma que han sufrido muchas pacientes durante el parto es desolador, ya que transciende lo físico. Me centro no solo en tratar sus heridas físicas, sino también en apoyar su recuperación emocional y psicológica.

En los campamentos para el tratamiento de la fístula, las cirugías suelen empezar a las 7.30 h y acabar a las 18.00 h, con intervalos de 15 minutos en el quirófano entre operaciones. Así se saca el máximo partido del tiempo frente a la alta demanda.

El proceso finaliza con el alta médica de una paciente contenta, “seca” y “continente”. Me enorgullece mucho ser cirujano de fístulas.

¿Cuáles son los desafíos a los que se enfrenta a la hora de apoyar a niñas y mujeres afectadas por fístula?

Cada año, opero a una media de diez pacientes de fístula, ya sea en el hospital general de Solwezi o durante los campamentos para el tratamiento de la fístula en otros hospitales. Sin embargo, sé que hay muchas mujeres más que sufren de fístula y no pueden acceder al tratamiento debido a una falta de información o a dificultades en el acceso a la sanidad.

Llegar a mujeres embarazadas, así como a aquellas que sufren de fístula en sus comunidades, constituye, por tanto, uno de los desafíos más importantes a los que me enfrento. Muchas mujeres de la Provincia del Noroeste viven en zonas remotas, muy lejos de establecimientos de salud. Esto suele dar lugar a partos en casa, un factor de riesgo clave para la fístula obstétrica en el caso de un parto obstruido.

Además, para muchas supervivientes de fístula, el estigma social continúa siendo un problema muy grave. Una reintegración satisfactoria es una prioridad muy importante tras la cirugía.

¿Podría contarnos una historia sobre su trabajo con pacientes de fístula que le haya marcado?

Me viene a la mente el caso reciente de una superviviente de fístula de 18 años. Desarrolló fístula obstétrica debido a un parto obstruido y un ingreso atrasado en urgencias, y perdió al bebé.

Vivió con fístula durante dos años y no pudo continuar con su educación, pero con la ayuda del personal sanitario de la comunidad, pudo acceder a cuidados quirúrgicos, y le reparé satisfactoriamente la fístula.

Durante el proceso, se mostró muy alegre y optimista; su confianza supuso una presión añadida para el equipo. Cuatro meses después de la operación, fui personalmente a visitarla para realizar un seguimiento, y la chica a la que habíamos dado el alta hacía unos meses tenía una sonrisa incluso más grande.

Me dijo: “Doctor Musoba, gracias a usted he podido volver a estudiar, y tengo muchas ganas de completar mis estudios”.

 

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