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Unirse para cambiar las normas sociales y luchar contra la mutilación genital femenina en Etiopía

Bereket Merihun, de 19 años, estudia séptimo grado en una escuela del distrito de Alata Chuko en la región de Sidama, Etiopía. © Norwegian Church Aid
  • 09 de septiembre de 2022

BETITI, Etiopía – «Indagamos y encontramos a la mujer que corta a las niñas en el pueblo», dice Bereket Merihun, de 19 años. «Nos advirtió encarecidamente que mantuviéramos el secreto».

La infancia y la adolescencia pueden ser etapas duras debido a la presión de grupo y la inseguridad, y muchas personas jóvenes hacen lo que sea para encajar.

El deseo de ser como sus iguales, llevó a Bereket y a cuatro amigas a hacer un pacto con tan solo 15 años: someterse a la mutilación genital femenina durante las vacaciones de verano de la escuela. 

Bereket ocultó la decisión a sus padres. A pesar de que su madre creía que las mujeres jóvenes deben ser cortadas, su padre se oponía totalmente a la práctica. 

Prometiendo no decir nada a nadie, Bereket y sus amigas concertaron una cita con la profesional. Poco después vio cómo su amiga, amordazada para no gritar de dolor, era cortada en una granja. Bereket era la siguiente. 

«Era la segunda en la fila. Tuve miedo cuando vi cómo cortaban a mi amiga», recuerda. «Estaba aterrorizada». 

Pero justo cuando le llegó su turno, su padre apareció de repente y detuvo la intervención. Había asistido con frecuencia a debates en la comunidad que alertaban sobre los peligros de la mutilación genital femenina, que suele provocar enfermedades físicas y psicológicas y que incluso puede ser mortal. Además, descubrió en la iglesia que la Biblia no apoya esta práctica. 

Cuando él y las jóvenes se marchaban, advirtió a la profesional que la denunciaría a la policía si continuaba sus delitos. 

Involucrar a las comunidades y transformar las tradiciones

La mutilación genital femenina es ilegal en Etiopía desde 2004, pero aun así muchos continúan y perpetúan la práctica, que consideran un deber y un rito de iniciación. Informes recientes señalan que casi dos tercios de las mujeres y niñas de entre 15 y 49 años del país han sufrido alguna forma de mutilación genital femenina

En un contexto en el que las mujeres y niñas suelen obtener aprobación social por haberse sometido a la mutilación genital, puede ser difícil para las comunidades, e incluso para las propias mujeres y niñas, abandonar esta práctica, a pesar de sus dañinas consecuencias. El procedimiento puede provocar graves hemorragias e infecciones mortales o generar problemas a largo plazo en el parto, disfunción sexual, mayor riesgo de transmisión del VIH e incontinencia.

Algunas familias ven la ablación como requisito previo para el matrimonio, y una de cada cuatro mujeres en Etiopía  que saben que la mutilación genital femenina se produce, creen que es obligada por su religión.

No obstante, estas opiniones están comenzando a cambiar, contribuyendo así a reducir la prevalencia de esta práctica de un 74 por ciento en 2005 a un 65 por ciento en 2016. Sin embargo, reconocer y cambiar las normas sociales necesita de la construcción de movimientos sociales más amplios en los que se alíen tanto mujeres y niñas como hombres y niños para la causa de la eliminación de la mutilación genital femenina.

Con este objetivo, el UNFPA está involucrando a organizaciones religiosas, instituciones comunitarias y agentes estatales en nueve distritos de la región de Sidama en la lucha contra esta práctica nociva, además de respaldar los debates comunitarios como a los que asistió el padre de Bereket.

Desde 2008, el UNFPA en asociación con UNICEF ha dirigido un Programa Conjunto destinado a eliminar la mutilación genital femenina en 17 países, incluido Etiopía. En 2021, el programa ayudó a más de medio millón de niñas y mujeres a acceder a servicios integrales de prevención y respuesta. 

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«Los hombres que son sensibles a esta causa pueden y deben involucrarse alertando a otros hombres de la realidad de la MGF», opina el artista Roland Zanga, que creó su pintura «Looks of Hope» («Miradas de Esperanza») para una exposición que se encuentra actualmente en la Sede de las Naciones Unidas en Nueva York. Imagen cortesía del artista.

Involucrar a los hombres y niños

Aunque esta práctica se lleva a cabo en su mayoría por mujeres, las creencias que apuntalan la mutilación genital femenina suelen tener sus raíces en la desigualdad de género y en normas de género nocivas.

Muchas personas creen que las niñas sin ablación están sucias. Otras creen que la mutilación genital femenina es necesaria para eliminar la capacidad de las mujeres de sentir deseo o placer. En otras palabras, los cuerpos de las niñas se modifican y su salud y vidas se ponen en peligro para adaptarse a la percepción de las preferencias de hombres y chicos. 

Por tanto, es importante involucrar no solo a mujeres y niñas en el esfuerzo para eliminar la mutilación genital femenina, sino también a los hombres y niños. 

El padre de Bereket es uno de los hombres de su región que se tomó en serio la información sobre los daños de esta práctica. Se comprometió a ayudar a poner fin al ciclo y al salvar a su hija menor de edad de una mutilación ilegal, ya ha puesto en práctica su promesa.

Cuando regresaron a casa aquel fatídico día, él le explicó lo que había aprendido sobre la mutilación genital femenina, tanto a partir de las lecciones de la iglesia como de los diálogos de la comunidad. Bereket comenzó a investigar los impactos negativos de la ablación femenina hablando con sus compañeras de estudios. Hoy día ya no se siente marginada por estar intacta, sino que se siente segura y aprecia cómo es su cuerpo. «Algunas personas intentan burlarse de mí y hacerme sentir avergonzada, me señalan y dicen: "No tiene la ablación hecha”», cuenta Bereket con una sonrisa desafiante. «Pero no me importa».

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