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Una antigua niña casada en Afganistán encuentra esperanza y nueva vida durante la COVID-19

La protección y los servicios sociales siguen estando disponibles incluso durante la pandemia, con medidas cautelares en vigor. © UNFPA Afganistán
  • 05 Octubre 2020

HERAT, Afganistán – Mahgul* recuerda vívidamente el día en que se comprometió para casarse. "Mi madre me ayudó a ponerme mi nuevo vestido rosado. Me acompañó a una habitación donde se habían reunido cuatro o cinco mujeres. Algunas me llamaban "noviecita", recordó Mahgul en una entrevista reciente con el UNFPA. "Estaba confundida. Miré a mi madre, y ella dijo que me iba a comprometer. Tenía 7 años".

Mahgul vive en una aldea de Herat, Afganistán, donde sus esponsales a tan temprana edad eran consideradas algo normal.

"No entendía lo que significaba "compromiso", pero mientras hablaban, me di cuenta de que me estaban regalando a otra persona. Quería rehusarme, pero mi madre no me dejaba hablar... Nadie me escuchó. Mi padre tomó todas las decisiones”.

Su matrimonio tuvo lugar siete años después.

"Me casaron en la mañana del día en que cumplí 14 años", contó Mahgul. "Esa noche (mi noche de boda) fue muy difícil y dolorosa. En algo más de un mes, quedé embarazada. Fue el momento más difícil para mí, quedar embarazada tan joven. También empecé a recibir abuso físico y emocional de parte de mi cónyuge y su familia".

Esta experiencia, por igual, es demasiado frecuente entre las mujeres y niñas de Afganistán.

Según datos de 2017, alrededor del 35 % de las mujeres afganas entre 20 y 24 años informó que las habían casado mientras aún eran niñas. En una encuesta de 2015, más de la mitad de las mujeres casadas encuestadas afirmaron haber sufrido violencia por parte de su marido en los últimos 12 meses. La violencia a manos de familiares consanguíneos y políticos es algo común.

A water well that Mahgul was forced to dig.
Mahgul se vio obligada a cavar este pozo mientras amamantaba a su segundo bebé, y mientras lloraba la muerte del primero. © UNFPA Afganistán

Violencia y pérdida

Como muchas niñas casadas, Mahgul no contó con suficientes nutrientes durante el embarazo. Después que nació su primer bebé, que fue una niña, se le culpó por no haber tenido un niño. La bebé era pequeña y débil, pero Mahgul no recibió apoyo para cuidarla. Un año y medio después, su hija murió de hambre.

Mientras todavía estaba amamantando a su segundo hijo, Mahgul fue obligada a cavar un pozo profundo, para lo que contó apenas con un pico y una pala. En estado de desesperación, le rogó a su padre que la visitara. Cuando llegó, su padre se sorprendió por lo que vio.

Entonces convocó a los ancianos de la aldea, quienes pidieron a los suegros de Mahgul que abandonaran la aldea, pero su situación sólo empeoró. Cuando sus suegros se fueron, se llevaron consigo la comida y el apoyo económico. El comportamiento abusivo del marido de Mahgul empeoró.

A principios de este año murió el marido de Mahgul en un accidente de natación.

Su familia trató de lograr la custodia de sus seis hijos. Mahgul luchó para mantener la custodia y, aunque tuvo éxito, debió pagar un alto precio: su salud se deterioró.

Finalmente, un pariente le habló del centro de protección familiar cercano.

Maghul cleans an office at her new job.
Mahgul ahora puede de mantener a su familia con sus ingresos como empleada de limpieza. © UNFPA Afganistán

Esperanza para el futuro

El UNFPA, en colaboración con la Dirección de Género del Ministerio de Salud Pública, ha abierto 27 centros de protección de la familia en 22 provincias. Estos centros están ubicados dentro de los hospitales y proporcionan una gama de servicios diseñados para sobrevivientes de violencia de género, que incluyen atención psicosocial, asistencia jurídica y remisiones a servicios médicos.

Aunque la pandemia de la COVID-19 ha dado lugar al cierre generalizado de muchos servicios, los 27 centros de protección siguen abiertos. Se ha capacitado al personal para controlar los riesgos de infección, y se han recibido suministros de equipo de protección personal.

En conjunto, los centros de protección han prestado apoyo a 90.000 sobrevivientes de violencia desde que comenzaron sus operaciones en 2013.

En abril, Mahgul pudo visitar su centro de protección local para obtener ayuda.

Inmediatamente comenzó a recibir tratamiento para la depresión y otras enfermedades crónicas. Una consejera del centro trabajó con Mahgul en el manejo del estrés, y además comenzó a recibir servicios de asesoramiento por teléfono, como parte de los esfuerzos por proporcionar servicios remotos a fin de reducir los riesgos de infección de COVID-19.

En ese mismo tenor, un funcionario de asistencia jurídica ayudó a Mahgul a conseguir trabajo como empleada de limpieza, lo que le ha dado a la familia cierta estabilidad económica. Mahgul planea reinscribir a dos de sus hijos en la escuela: la habían abandonado para dedicarse a ganar dinero.

Hoy tiene esperanza de cara al futuro, aseguran los consejeros.

"Cuando llamé a Mahgul", dijo recientemente una de las consejeras al UNFPA, "me dijo, contenta, 'Mi vida ha cambiado. Por primera vez me siento feliz y disfruto mi vida'".

 

*Se ha cambiado el nombre para fines de protección y privacidad

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