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Mujeres embarazadas se ven obligadas a huir ante la escalada de la crisis en el Iraq

Khawla y su familia descansan en una tienda en el campamento de desplazados de Khanke en Dohuk (el Iraq). Fotografía: UNFPA/Millat Hirori
  • 11 de septiembre de 2014

DUHOK (el Iraq) – A sus 30 años, Khawla no ha tenido más opción que huir —pese a estar embarazada de ocho meses—, debido al avance de las hostilidades hacia su pueblo, situado al norte del Iraq.

Su familia temía desde hace tiempo que llegase este día. Los ataques del grupo conocido como Estado Islámico del Iraq y el Levante (EIIL) se estaban acercando. Pero con siete hijos a su cargo y otro en camino, Khawla y su marido temieron abandonar su hogar, situado en la aldea de Solagh, por un futuro incierto.

Khawla se despertó un día del mes pasado con el sonido de disparos próximos. Integrantes del grupo étnico yazidí huían en masa.

Ella y su marido, Bisharah —ambos yazidís—, cogieron a sus hijos y escaparon precipitadamente.

Kawla con su hijo pequeño, nacido en un hospital de Dohuk financiado por el UNFPA. Su familia se vio obligada a huir a consecuencia de la escalada de la violencia en el Iraq. Fotografía: UNFPA/Millat Hirori

La huida

Caminaron durante seis horas bajo el calor del desierto junto a otros miembros de su comunidad.

“Anduvimos durante mucho tiempo sin comida ni agua. Lo único que me preocupaba es que el feto estuviera bien y poder dar a luz sin riesgo”, recuerda Khawla.

Pero se esforzaba por avanzar con rapidez, al tiempo que temía que su lentitud pusiese en peligro al resto de la familia. Entretanto, tenía que atender a su hijo de cuatro años.

“Se agarraba sin parar a mi vestido e insistía en que lo llevase en brazos. Esto hizo que nos situásemos a la cola del grupo con el que huíamos. Íbamos muy lentos”, comenta al UNFPA.

Su hija de 13 años, Suzan, tomó cartas en el asunto: “Tenía que ayudar a mi madre. Estaba tan cansada de caminar y correr...”.

Finalmente pudieron parar a descansar en el monte Shingal, en donde estuvieron ocho días escondidos con otras personas, para después viajar durante cuatro días hacia la frontera siria. Desde allí fueron transportados a Khanke, un campamento de desplazados en Duhok, en el Iraq.

Khawla se puso de parto poco después de llegar al campamento.

Dio a luz a un niño en el hospital de maternidad de Duhok, una de las instalaciones sanitarias de la zona que cuenta con financiación del UNFPA.

“Cuando el bebé nació y los médicos me dijeron que estaba bien, suspiré aliviada”, afirma.

Salud materna para las desplazadas

A la situación se le ha otorgado un “Nivel 3 de emergencia”, lo que constituye la crisis humanitaria de máximo nivel. Unos 1,8 millones de iraquíes se han visto desplazados, entre los que se incluyen más de 520 000 personas que se han refugiado en Duhok, en la región del Kurdistán.

En Duhok existen tres campamentos de desplazados y se prevé construir once más. Entretanto, según informes de las Naciones Unidas, algunas personas se refugian en edificios sin terminar de construir o en espacios abiertos. La crisis también ha desbordado el sistema sanitario.

Según Radouane Belouali, jefe de operaciones del UNFPA en el Iraq, cada semana se producen 300 nacimientos entre los iraquíes desplazados en la provincia de Duhok.

El UNFPA trabaja con el Ministerio de Salud para proporcionar servicios de salud materna a las mujeres embarazadas en Duhok y por toda la región del Kurdistán. Asimismo, el UNFPA está estableciendo dependencias de salud para ofrecer servicios de maternidad a las mujeres que se encuentran en los campamentos de desplazados de Duhok. Estas dependencias están dotadas de médicos y parteras, que también ofrecen servicios prenatales a las futuras madres.

Desde el comienzo de esta crisis, el UNFPA también ha distribuido 10 000 kits de dignidad y 138 botiquines de salud reproductiva, cada uno de los cuales contiene suministros suficientes para cubrir las necesidades sanitarias e higiénicas de muchas mujeres y niñas.

“Todo lo que importa”

Khawla y su familia viven en una tienda con dos colchones y unas cuantas mantas. Todavía no ha puesto nombre a su hijo, que ya tiene ocho días.

Rodeada de sus hijos y con su pequeño en brazos, Khawla comenta al UNFPA que el nombre puede esperar.

“No me importa qué nombre ponerle”, dice sonriendo. “Está sano. Y estoy muy feliz de que mi bebé y yo tuviéramos una atención y unos cuidados médicos adecuados. Eso es todo lo que importa para una mujer embarazada”.

 

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