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Movilizar a hombres y niños en la lucha contra la mutilación genital femenina

El profesor Akotionga realizó la primera intervención quirúrgica en Burkina Faso para reparar los daños físicos causados por la mutilación genital femenina. Desde entonces, ha formado a más de 600 profesionales de la partería, enfermería y ginecología en este procedimiento. © UNFPA/Lambert Coleman
  • 06 Febrero 2023

NACIONES UNIDAS, Nueva York - «Tenemos que luchar contra todo aquello que sea dañino». Babani Sidi Mohamad oyó hablar por primera vez de la mutilación genital femenina cuando tenía 14 años. Sus hermanas habían sido sometidas a esta práctica, pero cuando les preguntó por qué, ellas no lo sabían: en ese momento eran demasiado jóvenes para comprenderlo. 

Casi el 65 por ciento de las mujeres y niñas en Mauritania de entre 15 y 49 años han sido sometidas a la mutilación genital femenina, a pesar de estar oficialmente prohibida desde 2017. Se calcula que, a día de hoy, tres de cada cuatro niñas siguen siendo sometidas a esta práctica antes de llegar a su primer año de vida. 

Tal y como afirmó la Dra. Natalia Kanem, Directora Ejecutiva del UNFPA, en el Día Internacional de Tolerancia Cero con la Mutilación Genital Femenina, se trata de una práctica «arraigada en la desigualdad de género y los desequilibrios de poder, un acto de violencia de género que daña el cuerpo de las niñas, ensombrece su futuro y pone en peligro sus vidas».

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Babani Sidi Mohamad y Ousmane Mamadou Diaw crearon su propia organización local para luchar contra la mutilación genital femenina en Mauritania. © UNFPA/Lambert Coleman

Sin embargo, con demasiada frecuencia se considera un «asunto de mujeres» e incluso se banaliza con ello. No es únicamente que las mujeres y niñas sean sometidas a mutilación genital, sino que en muchas culturas son las mujeres quienes tradicionalmente la llevan a cabo. De hecho, esta práctica es producto de normas de género arraigadas y desiguales, cuestiones que las mujeres y las niñas no pueden abordar solas. Se prevé que este año aumente el número de casos de mutilación genital femenina, ya que los conflictos, el cambio climático, el aumento de la pobreza y la desigualdad obstaculizan los esfuerzos por eliminar esta práctica nociva y la profunda discriminación que la sustenta. 

Para combatir eficazmente la mutilación genital femenina, los hombres y los niños deben convertirse en aliados, no solo en los esfuerzos para abandonar la práctica, sino también para corregir los desequilibrios de poder entre géneros a nivel general.

El Sr. Mohamad se convirtió en uno de esos aliados. Al ver el dolor y el trauma que la mutilación genital femenina causaba a su alrededor, puso en marcha una organización para concienciar a los demás, hombres incluidos, en aquellos espacios propicios para prestar atención, como mezquitas y reuniones de aldeas vecinas.

Millones de niñas siguen expuestas a la amenaza de la mutilación 

En los últimos cinco años, el Programa Conjunto UNFPA-UNICEF ha brindado su apoyo a más de 3.000 iniciativas que instan a hombres y niños a convertirse en defensores activos, convencer a sus iguales y solidarizarse públicamente con las mujeres y niñas. Solo en Kenya, unas 50 redes que cuentan con más de 43.000 hombres y niños están ejerciendo presión contra esta brutal e ilegal violación de los derechos humanos. 

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Marie Gomez y Sylla Amara, de Guinea, trabajan con la policía y una oficina nacional de protección de la infancia para investigar las denuncias de niñas sometidas a mutilación genital femenina. © UNFPA/Lambert Coleman

Marie Gomez es inspectora de división en la policía de Conakry, capital de Guinea, un país en el que se calcula que el 95 por ciento de las mujeres y niñas han sido sometidas a mutilación genital femenina. La Sra. Gomez trabaja con Sylla Amara, de la Oficina para la Protección del Género, la Infancia y la Moral, creada en 2009 y apoyada por el UNFPA, para hacer cumplir una ley de 2018 contra esta práctica, pero afirma que los autores actúan sobre todo de manera clandestina. «Ahora los padres se esconden. Antes era una práctica pública, llevada a cabo por familiares cercanos o abuelas. Pero ahora que se lleva a cabo en un círculo restringido, la denuncia es complicada».

Su unidad colabora con ONG locales para sensibilizar a la población y el UNFPA presta ayuda con formación y a través de un espacio seguro donde las supervivientes pueden recibir ayuda de profesionales de la psicología, enfermería y abogacía. También se han proporcionado megáfonos, folletos e incluso una motocicleta, para que activistas como Sadio Bah, de 61 años, puedan desplazarse con más facilidad. «Antes, era nuestra costumbre. Nuestros padres lo hacían. Pero con la llegada del UNFPA, la comunidad cambió de opinión», explica el Sr. Bah, que recorre más de 50 kilómetros en cada trayecto para animar a otros hombres y niños a unirse a la causa.

De los secretos a las suturas

En 1994, el profesor Akotionga fue el primer médico en Burkina Faso que realizó una intervención quirúrgica para reparar los daños físicos causados por la mutilación genital femenina. Desde entonces ha formado a más de 600 profesionales de la partería, enfermería y ginecología en cirugía de reparación. «Aprendí a operar con lo mínimo indispensable y podemos hacerlo incluso en el monte más remoto», afirma. 

Casi el 70 por ciento de las mujeres y niñas de Burkina Faso han sido sometidas a esta práctica, que se declaró ilegal en 1996. En 2022, el Programa Conjunto celebró sesiones de sensibilización en más de 1.300 aldeas de todo el país para promover una mejor comprensión y comunicación y fomentar la acción. 

En colaboración con el UNFPA, el profesor Akotionga tiene ahora un turno semanal en una clínica y lo reconforta que sus intervenciones hayan disminuido de seis a dos al mes a medida que crece el rechazo hacia la práctica entre la población.

En todo el mundo, los hombres, poderosos agentes de cambio, apremian cada vez más a sus amigos, familias y comunidades enteras a apoyar a sus mujeres y niñas. Pero aún queda mucho por hacer. 

Para aliados como el profesor Akotionga, los elementos necesarios para desterrar el delito están claros: «Escolarizar a las niñas, movilizar a los hombres, convencer a ciertos líderes religiosos y sensibilizar a la población local. Desaparecerá: es cuestión de tiempo».

Sin embargo, solo quedan ocho años para alcanzar el objetivo mundial de eliminar esta práctica para el año 2030 y muchas personas opinan que el tiempo se acaba.

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