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Luchando por la justicia contra la violencia de género en Madagascar

Satiana, 8, holds her grandmother's hand before the trial of her rapist at the Ambovombe Court in Madagascar. ©UNFPA Madagascar/Melvis Kimbi
  • 17 Enero 2022

GRAND SUD, Madagascar – “Cuando crezca quiero ser trabajadora sanitaria”, afirmó Satiana Hary*, de 8 años, con timidez, retorciendo los bordes de un vestido que le llegaba a la rodilla,  “...porque quiero poder tratarme a mí misma si me enfermo”.   

La pequeña Satiana sabe muy bien lo que significa enfermarse al igual que conoce bien la violencia. Recientemente ha sufrido endometritis avanzada, vaginitis y cistitis: las repercusiones de haber sido violada por su vecino, un veinteañero. 

Satiana vive en Bekily, un distrito de la región de Androy, en la zona del Gran Sud de Madagascar. Satiana, que solía ser una niña vivaracha, pasó a ser una criatura tímida y temerosa. Su abuela, Soazizely Avo*, de 52 años, con quien ha vivido desde que era una bebé, notó el cambio y dio la voz de alarma. Estremecida por el dolor del recuerdo, la Sra. Avo indicó que “hubo también algunos cambios físicos, y después de revisarla, temí inmediatamente lo peor”.  

Los casos de violencia basada en el género, incluida la violación, son penosamente comunes en Madagascar: más del 14 % de las mujeres han sufrido violencia sexual en algún momento de su vida, y más de una cuarta parte han sido víctimas de violencia física o sexual por parte de su pareja. Estas estadísticas sombrías sólo agudizan la multitud de problemas sociales que enfrentan las personas en la zona del Gran Sud, especialmente las mujeres y las niñas. Años de sequías sucesivas han debilitado los ya escasos medios de vida, exponiendo así a las personas más vulnerables a riesgos mayores: Satiana fue violada mientras cosechaba caña de azúcar.

La gente camina hacia un tribunal de justicia.
Satiana y su abuela caminan en compañía de su trabajadora social y su abogado hacia la audiencia en el tribunal de Ambovombe.  ©UNFPA Madagascar/Melvis Kimbi

Desafío y esperanza de cambio

En meses recientes la Sra. Avo ha tenido que viajar con frecuencia desde su natal Bekily, uno de los distritos más lejanos, a Ambovombe, la principal ciudad de la región de Andros. Este viaje tomó cinco horas extenuantes por caminos polvorientos, pero ella se mantenía firme en su determinación de procurar justicia y recuperar la esperanza para su nieta. 

El UNFPA apoya el Centro de Atención y Asesoramiento Jurídico de Ambovombe, junto con el Ministerio de Población, Protección Social y Promoción de la Mujer, que lleva los casos de sobrevivientes a los tribunales y a los perpetradores ante la justicia. Con financiación de Noruega y el Fondo Central de las Naciones Unidas para la Respuesta a Emergencias, el Centro es uno de los 26 que hay en toda la isla, de los cuales la mitad se encuentra en la zona del Grand Sud, donde se centran los proyectos humanitarios del UNFPA. Los centros ofrecen un amplio apoyo psicosocial y jurídico a las sobrevivientes, así como atención médica mediante remisiones a hospitales y establecimientos sanitarios.  

El UNFPA trabaja con el Centro para dar seguimiento a los casos, capacitar al personal nuevo y al existente, distribuir kits de higiene femenina entre las mujeres vulnerables y brindar apoyo a la capacitación profesional en actividades generadoras de ingresos. Esto ayuda a las sobrevivientes a reclamar su dignidad y hacerse económicamente independientes, para que puedan protegerse mejor a sí mismas y proteger a sus familias.

Trabajando unidas para poner fin a la violencia de género

Según se informa, 1 de cada 3 mujeres en Madagascar ha sufrido violencia física o sexual en algún momento de su vida y, de estas, tres cuartas partes nunca lo denuncian ni tratan de buscar asistencia. En 2019, el gobierno aprobó una ley para fortalecer el marco legal de prevención y sometimiento ante la justicia de los acusados de violencia basada en el género, así como para compensar y proteger a las sobrevivientes.  

Temprano una mañana, en cuclillas ante su nieta, la Sra. Avo la miraba a los ojos. Durante un par de minutos, su mirada atenta parecía intentar succionar todo el trauma del alma de la pequeña. Luego murmuró algunas palabras de aliento, mientras aseguraba a Satiana que los momentos oscuros habían quedado atrás.

Niña y mujer bajo el sol ante un tribunal
La Sra. Avo anima a su nieta antes de entrar al tribunal de Ambovombe, en Madagascar. ©UNFPA Madagascar/Melvis Kimbi 

El tribunal de Ambovombe impuso una pena de cárcel de 10 años y una multa de 5 millones de ariary (aproximadamente 1.260 dólares estadounidenses) al violador de Satiana. “He esperado este día impacientemente. Ahora podemos volver a casa y sentirnos un poco más seguras”, añadió la Sra. Avo con una sonrisa. La acompañan una trabajadora social y el único abogado del Centro de Atención y Asesoramiento Jurídico de Ambovombe, que ha estado a su lado durante todo el juicio. 

El caso de Satiana eleva a cuatro el número de casos resueltos por el tribunal de Ambovombe por violencia sexual en 2021, con el apoyo del Centro de Atención y Asesoramiento Jurídico. Según un miembro del personal del UNFPA que trabaja con el Centro, las remisiones judiciales por violencia de género siguen siendo bajas a pesar de los esfuerzos de sensibilización. “La mayoría de las víctimas no presentan quejas, ya sea debido a su fuerte apego a la costumbre y la tradición o porque los violadores a menudo son familiares cercanos”. 

En 2020, el Centro de Ambovombe apoyó a 381 mujeres y 20 hombres que habían sido víctimas de violencia de género. Entre 2018 y 2020, el UNFPA brindó asistencia a más de 2,5 millones de sobrevivientes de violencia de género en Madagascar mediante paquetes de servicios esenciales que incluyeron remisiones a centros de salud, capacitación para actividades generadoras de ingresos, distribución de kits de higiene femenina y apoyo psicosocial y jurídico. 
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*Se han cambiado los nombres para proteger la privacidad y por protección
 

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