“Seguí diciendo que no”
Opula
Un día, tuve que ir a visitar a mis abuelos en Mirigama, y no estaba segura de qué autobús tomar. Le pregunté a un anciano de buen aspecto con un periódico en la mano, que tuvo la amabilidad de acompañarme al autobús. Después de que el autobús arrancase, él comenzó a charlar un poco y me habló sobre sus hijas. El anciano se quedó dormido y, en un momento, comenzó a apoyarse sobre mí. Finalmente, se quedó completamente apoyado sobre mí. Lo desperté porque era su parada y replicó que no lo era, manteniéndose sentado a mi lado. De repente, quería intercambiar información de contacto para seguir conociéndonos. Fue entonces cuando me di cuenta de que algo iba mal.
Unos minutos después de esperar a que saliera el autobús, se subió al mismo autobús porque decía que era más rápido tomar este autobús hasta su destino y se sentó a mi lado. En principio no me alarmé demasiado, e incluso el señor confirmó con el conductor cuál era mi parada.
Seguí diciendo que no, pero él seguía insistiendo. Fue entonces cuando comenzó a decirme abiertamente que había sentido algo especial por mí y que quería estar más cerca de mí. Seguí diciéndole que no y me quedé conmocionada, pero sabía que mi parada estaba cerca. Él siguió insistiendo, y se volvió más agresivo cuando dijo que se había pasado su parada por estar conmigo. También me dijo que sabía dónde vivía y que me seguiría a casa.
Quince minutos después, finalmente llegó mi parada y me levanté para irme. Pero esta persona siguió bloqueándome el paso, así que salté sobre él y traté de abrirme camino. Aquí es donde me agarró el tobillo. Sin embargo, lo sacudí y corrí a toda prisa a otro autobús.
Una vez que llegué a casa, le conté a mi familia el desagradable episodio. Me dijeron que era normal y que nunca debería viajar sola. Decidí no volver a usar el transporte público después de eso.
Fotos © Eliza Hatch/Cheer Up Luv por UNFPA y Videos © Studio Zoo