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Women Deliver: mujeres empoderadas y sus impactantes historias

De izquierda a derecha: Sarah Omega, Awatif Altayib, Dra. Nafis Sadik, Laxmi Tamang y Viviana Palacios. Foto: Moises Saman
  • 09 Junio 2010

WASHINGTON, D.C. — "A la edad de nueve años soñaba con ser abogada", confesó Viviana Palacios, de 23 años y procedente de Colombia, ante un auditorio abarrotado durante la segunda jornada de la Conferencia de Women Deliver.

Este era un sueño ambicioso para una niña desplazada que vivía en un territorio infestado por la guerrilla, que había abandonado la escuela para ponerse a trabajar y mantener a su familia, que se quedó embarazada a los 16 años, que fue víctima de la violencia doméstica y que tuvo que afrontar los retos típicos de ser madre soltera en un país en desarrollo. A pesar de todo ello, en la actualidad, Viviana se encuentra en su tercer curso de Derecho, a la vez que trabaja de activista en la defensa de los derechos de los jóvenes. El suyo ha sido un largo y duro camino.

"Mi sueño ahora es que trabajemos todos juntos para ayudar a la nueva generación de jóvenes. Mi sueño es que mi hijo, vuestros hijos y todas las niñas vivan en un mundo sin guerras, donde haya oportunidades para todos". A continuación, Viviana mostró al público las sandalias que le había hecho su madre para que pudiera venir a Washington a contar su historia.

En una conferencia repleta de expertos, las historias personales de cuatro mujeres procedentes de cuatro regiones diferentes pusieron el rostro y el lado emotivo a los hechos, cifras y opiniones que se habían presentado en los otros paneles y sesiones plenarias.

Viviana y otras tres valientes mujeres de cuatro regiones narraron las circunstancias que tuvieron que superar hasta llegar a ser defensoras de la salud materna en esta Conferencia. Trajeron consigo a la sala, y a la Conferencia, imágenes vívidas de lugares dominados por unas desigualdades tan arraigadas que pueden dejar a la mujer en una situación tan vulnerable que hasta les puede resultar difícil decidir si es mejor sobrevivir y luchar o sucumbir a la muerte como vía de escape al dolor, la humillación y la tristeza.

Como subrayó la Dra. Nafis Sadik, Asesora Especial del Secretario General de las Naciones Unidas y famosa activista, que fue la encargada de moderar el panel, las mujeres empobrecidas, especialmente las que viven en países en desarrollo, sufren problemas relacionados con su vida sexual y reproductiva en unos términos desproporcionados. Entre estos problemas se encuentran los embarazos no planeados, la muerte materna y la discapacidad, y la violencia de género. Las cuatro integrantes del panel, Sarah Omega, Awatif Altayib, Laxmi Tamang y Viviana Palacios, lograron superar la adversidad gracias a su valentía, determinación y un golpe de suerte o dos.

Viviana: aprender a reivindicar sus derechos humanos

Foto: Moises Saman

"Fue muy difícil aceptar que estaba embarazada; pensé que no podría alcanzar muchos de mis sueños". Vivir con el padre de mi hijo fue cada vez más complicado, por no decir imposible. Fui víctima de maltrato físico y de agresiones verbales", recordó Viviana.

"Un día él se fue y ya no volvió. Al quedarme sola con mi hijo volví a vivir con mis padres. Pero la situación también era difícil porque ahora vivíamos diez personas en la casa familiar".

Al recordar esos días, Viviana aleja la vista como si estuviera viendo una película con un argumento complicado. El embarazo en la adolescencia es un problema serio en la mayor parte de los países en desarrollo, pues complica aún mucho más las cosas para poder romper el círculo de la pobreza.

"Regresé a la escuela en horario nocturno mientras que por el día trabajaba en un hotel que abría las 24 horas del día, los siete de la semana, y en el que me pagaban aproximadamente 150 dólares mensuales. Un día, gracias a mi padre, participé en un programa para la juventud en el que adquirí conocimientos sobre los derechos humanos y los derechos de las mujeres jóvenes. Aprendí que mi cuerpo es mío y que soy yo quien debe decidir sobre él. Tengo derecho a decir no al sexo".

Sarah: víctima de un triple castigo por el simple hecho de ser mujer

Foto: Moises Saman

Sarah Omega, de 33 años y procedente de Kenya, vivió una vida muy diferente, aunque ella también tuvo que afrontar la pobreza, el abuso, la injusticia y la desesperanza.

"Perdí a mis padres entre 1987 y 1989, quedándome sola con mis otros ocho hermanos. Después tuve que abandonar la escuela por la inestabilidad económica familiar. Nuestra casa estaba en una región donde el matrimonio infantil era una práctica común para las niñas, así que literalmente huí de mi casa con mi hermana mayor por mi propia seguridad después de que dos hombres me pidieran matrimonio. Uno de ellos había sido mi maestro en la escuela primaria".

Intentando controlar las emociones al recordar su amargo pasado, Sarah se detiene, mira hacia abajo y agita la cabeza como si quisiera deshacerse de esos recuerdos.

"Escapar fue como ir de mal en peor, ya que en mi escondite fui agredida por un líder religioso y sometida al horroroso acto de la violación, que derivó en un embarazo no deseado a los 19 años", recordó.

Cuando llegó el momento del parto, Sarah apenas pudo llegar a un establecimiento sanitario después de haber trabajado en casa más de 20 horas. Allí esperó sola durante 18 horas más hasta que pudo verla un ginecólogo.

"Para entonces ya había perdido a mi bebé por la falta de suministros esenciales en el establecimiento. Desde allí me remitieron a otro establecimiento sanitario, donde di a luz por cesárea a un varón mortinato de 4,8 kg. Tres días después de la operación me di cuenta de que perdía orina. Después de dos meses me dieron el alta con el mensaje poco esperanzador de que solo podría ser tratada en el caso de que llegara al país un especialista extranjero".

"¡Fui víctima de un triple castigo! La violación, la pérdida de mi bebé y, ahora, la pérdida de orina. Volver a la vida familiar fue insoportable. Cada noche, cuando mojaba la cama a causa de la pérdida de orina, mi almohada también acababa empapada por las lágrimas que derramaba debido al dolor que me producían las llagas en los genitales. Mientras que otros jóvenes recibían cada nuevo día con alegría y esperanza, para mí cada día significaba humillación, rechazo y dolor".

Sarah vivió con la fístula obstétrica 12 años, y todavía hoy se pregunta por qué otras mujeres deben seguir soportando el sufrimiento que ella padeció cuando el mundo cuenta con la capacidad y los recursos para poner fin a historias tan desgarradoras como esta.

"Para aquellos que no estén familiarizados con el término, la fístula obstétrica es una lesión relacionada con el parto a consecuencia de la cual la mujer es incapaz de controlar la orina o las heces. Se trata de una lesión por la que las mujeres sufren rechazo y aislamiento. En algunas comunidades, las mujeres son incluso tratadas como marginadas por su fétido olor", explicó Sarah.

"Se estima que en Kenya se producen 3000 nuevos casos de fístula cada año, pero solo el 7% de estas mujeres logran ser tratadas, lo que nos deja con más de 300 000 casos sin resolver. Por esta razón, he estado yendo a la comunidad con el objetivo de identificar a mujeres que sufren este problema en silencio y remitirlas a un establecimiento sanitario en el que puedan recibir tratamiento", añadió.

"Sin embargo, si solo nos centramos en el tratamiento, estaremos en una situación interminable. Aplicar medidas de prevención sería la mejor forma de abordar la morbimortalidad materna. La prevención va más allá del refuerzo de los sistemas de salud. La prevención debe abordar aspectos como el logro de una mayor concienciación pública sobre el valor de ser niña y el fortalecimiento de la imagen propia, la autoestima y la condición de la mujer. Debemos tomar la iniciativa para empoderar a las mujeres tanto a nivel social como económico, ya que estos son factores básicos que contribuyen a la morbimortalidad materna".

Awatif: matrimonio infantil, embarazo, mortinato, fístula y abandono

Foto: Moises Saman

Cuando Awatif Altayib, de 30 años y procedente del Sudán, escucha la historia de Sarah Omega, rompe a llorar. Awatif sabe perfectamente lo que es vivir marginada, entre dolor y vergüenza, a consecuencia de una lesión causada por el parto.

"Me casé a los 16 años y me quedé embarazada de inmediato. En la aldea no había médico, así que sufrí una obstrucción del parto. Me trasladaron al hospital más cercano, que se encontraba a nueve horas en coche. Cuando llegué, el bebé ya estaba muerto, y yo sufrí una fístula".

El rostro de Awatif es el de un espejo feroz que refleja diferentes emociones, todas ellas dominadas por una fuerte determinación, como queriendo decir "No voy a llorar, no puedo llorar". Las personas del público parecen haber quedado cautivadas con sus palabras. No parpadean, no se mueven. Simplemente asimilan las palabras que les son traducidas desde el árabe.

"El primer intento de reparación no tuvo éxito, y tuve que esperar otros seis meses más para un segundo intento, que también fracasó. Cuando mi marido me llevaba a una tercera operación, fuimos asaltados en la carretera por unos bandidos que nos robaron todo lo que llevábamos encima. Así que, al quedarnos sin dinero para la tercera operación, tuvimos que dar vuelta y regresar al pueblo para seguir ahorrando. De nuevo en el pueblo me quedé embarazada otra vez, pero mi marido me abandonó a causa de la fístula".

Awatif tuvo suerte dado de que su familia pudo mantenerla. Se las arregló para recibir capacitación como partera de la comunidad y, al final, pudo acceder a un tratamiento adecuado. Tras la reparación de la fístula, empezó a trabajar como partera. "Quería ayudar a otras mujeres y evitar que tuviesen hemorragias. Cada vez que se produce una obstrucción del parto, remitimos a la mujer al hospital. Gracias a Dios, ahora podemos hacerlo".

Laxmi: evitar que otras mujeres experimenten el mismo el dolor que padeció su propia madre

Foto: Moises Saman

La maternidad sigue siendo un empeño muy arriesgado en muchos países. "Mi propia madre nos desanimó a mí y a mis hermanas para que no nos casáramos ni tuviéramos hijos debido al dolor y al sufrimiento que ella padeció durante sus partos. No quería que sus hijas sufrieran esa experiencia tan terrible por la que ella había pasado", contó Laxmi Tamang, de 39 años, una enfermera y partera de Nepal.

"Mi madre tuvo unos partos muy largos, con grandes hemorragias, y no recibió ni la alimentación ni la atención apropiadas. Se convirtió en una inspiración para mí, para que yo pudiera marcar una diferencia en la vida de las mujeres. Pienso que he venido al mundo para hacer algo bueno y mejor, especialmente para las mujeres de las zonas rurales", explicó.

Mediante la capacitación y la prestación de servicios de planificación familiar, y la atención de la salud materna, las parteras pueden ayudar a garantizar que cada embarazo sea deseado y cada parto sea sin riesgos. Si la obstrucción del parto se detecta en una fase temprana, las mujeres podrán ser remitidas a un hospital para que se les practique una cesárea, gracias a lo cual se evitará, casi en todos los casos, que padezcan una fístula obstétrica.

No obstante, en las regiones menos desarrolladas, rurales e inseguras, la amplia mayoría de los nacimientos se producen sin contar con la asistencia de profesionales cualificados.

"He sacrificado mi vida para ayudar a otras mujeres. Desde aquí insto a todas las personas que trabajan por la salud de la mujer a que adopten decisiones meditadas y con base empírica, y emprendan acciones para promover intervenciones que den buenos resultados, como los cuidados de partería, en aras de lograr reducir la morbimortalidad materna y neonatal", argumentó.

Las recompensas del empoderamiento

A medida que se fueron trazando un camino sin dolor ni sufrimiento, Viviana, Sarah, Awatif y Laxmi se empoderaron y, además, contribuyeron al empoderamiento de otras mujeres, cuyas vidas quizás no hayan tenido finales tan felices.

Viviana pronto será abogada, y luchará por su ideal para que los derechos de los jóvenes se conviertan en una prioridad en su país. Sarah desea formar una familia con su novio, un hombre que la ama, la respeta y la cuida. Awatif se casará en agosto; sin embargo, esta vez ha sido ella la que ha elegido con quién quiere casarse, un hombre que le ha prometido apoyarla en su vida profesional como partera. Laxmi sigue fiel a su compromiso de cambiar la vida de otras mujeres. En su opinión, las mujeres que gozan de buena salud contribuyen a que las comunidades y naciones sean más saludables.

Tras observar a estas cuatro mujeres, que vivieron el panel con una sonrisa reveladora de la confianza que ahora tienen en ellas mismas, la pregunta que queda en el aire no es si serán capaces de superar sus respectivos pasados, sino de qué manera la sociedad podrá ayudarlas y evitar que otras mujeres pasen por la misma experiencia en el futuro, de forma que puedan seguir trayendo vidas al mundo.

— informe elaborado por Etienne Franca.

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